Compartimos una nota muy interesante realizada por el Diario La Nación el día 21 de abril de 2019.
PARÍS.- Benjamin Mouton, el arquitecto que supervisó el diseño del sistema contra incendios de la Catedral de Notre Dame, reconoció que los funcionarios calcularon mal el punto de ignición de la madera de roble de la catedral y el tiempo que tardarían en expandirse las llamas, lo que derivó en un incendio mucho más devastador de lo previsto.
Según Mouton, el sistema daba por sentado que si la catedral se incendiaba la antigua madera de roble ardería lentamente, dando tiempo de sobra para combatir las llamas.
A diferencia de los sistemas contra incendio de los sitios de interés en Estados Unidos, las alarmas de Notre Dame no notificaron de inmediato a la operadora de bomberos. Primero, un guardia de la catedral tuvo que subir las empinadas escaleras hasta el ático, un recorrido que a una persona «en buena forma», según Mouton, le llevaría unos seis minutos.
El cuerpo de bomberos recién fue notificado y movilizado cuando el fuego fue detectado. O sea que en el mejor de los casos la primera respuesta ya llevaba un retraso de casi 20 minutos: desde el momento en que sonó la alarma hasta que llegaron los bomberos y subieron al ático cargados de equipos para recién entonces combatir el fuego. Ese lapso resultó devastador.
«Es absolutamente incomprensible», dice Mouton. «El roble ardió a una velocidad alucinante. Notre Dame se quemó como una iglesia de fósforos», añadió. Pero los expertos contra incendios dicen que quienes subestimaron el riesgo fueron Mouton y su equipo, y que la respuesta que habían diseñado era demasiado lenta para combatir el siniestro.
«No tiene ningún sentido», dijo Jonathan Barnett, experto contraincendios de Basic Expert, Australia. «Que el personal involucrado intervenga 20 minutos después es un retraso enorme. Cuando la madera pesada empieza a arder, es imposible apagarla. No entiendo por qué diseñaron el sistema con ese retraso».
Mouton y su equipo no son los únicos responsables de las decisiones tomadas para mantener la seguridad de un monumento tan precioso como Notre Dame. Como mínimo, sus planes debían contar con la aprobación del Ministerio de Cultura.
Los expertos en incendios dicen que los dos máximos funcionarios del proyecto, Mouton y un exbombero, el teniente coronel Régis Prunet, hicieron mal sus cálculos.
Según los científicos consultados por The New York Times, la dinámica propia del fuego indica que si bien las gruesas vigas de madera podían tardar en quemarse por completo, las llamas tenderían a extenderse naturalmente por el esqueleto de madera del techo de la catedral. Asumir lo contrario, dijeron, fue un error.
Mouton fue el arquitecto a cargo de Notre Dame entre 2000 y 2013, y desde su puesto supervisó una actualización del sistema de seguridad contra incendios.
Prunet era asesor de seguridad contra incendios del Ministerio de Cultura y trabajó junto a Mouton.
La tarea que tenían por delante era descomunal. Si bien no repararon en gastos, eligieron un enfoque conservador para mantener sin adulteraciones la histórica estructura de madera. Los diseñadores del sistema estaban decididos a no alterar el ático con medidas de protección, como rociadores o muros cortafuego.
De haber estado dispuestos a sacrificar el estado prístino de la catedral y aceptar un punto medio entre lo que era posible hace 850 años y lo que es razonable en la actualidad, la aguja se habría salvado, señalaron expertos.
La tecnología de muros cortafuego fue utilizada en otras partes de la catedral, pero no en el ático, porque según Prunet la escala y la complejidad de la estructura del ático de Notre Dame eran de otro orden.
«En Notre Dame era muy complicado, porque las vigas de roble estaban entrelazadas en eso que nosotros llamamos ‘bosque'», dijo Prunet.
Pero, según Mouton, la principal razón para descartar los muros cortafuego fue que implicaban el riesgo de «mutilar» la estructura.
«No solo modifican el aspecto, sino también la estructura, porque para poner divisiones hay que cortar madera y mutilar», indicó Mouton.
Prunet agregó que no se instalaron rociadores porque «hubieran anegado toda la estructura».
En cambio, el equipo apostó a la prevención y detección. Fue una decisión consciente. En el lugar había dos guardias días y noche, como en las bóvedas de un banco, para monitorear la estructura del techo. La catedral estaba íntegramente cubierta de detectores de humo y calor. Tres veces al día, alguien subía a verificar el funcionamiento de los sensores.
Pero también parece haber fallado el sistema de alerta, empezando por la respuesta a la primera alarma, que sonó a las 18.20 (hora local).
El guardia que acudió no vio evidencias de fuego, desestimó la alarma y bajó. «Nadie investigó correctamente esa primera alarma, y probablemente haya sido el error más grave», según Glenn Corbett, profesor de ciencias del fuego de la Universidad de Justicia Penal John Jay, de Nueva York.
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